MUHAMMAD ASAD

Muhammad Asad (Leopold Weiss)

Notas biográficas.

Muhammad Asad (1900-1992) fue un judío converso al Islam, de nombre de nacimiento Leopold Weiss.

Asad (centro) con Hayyi Agos Salim de Indonesia (derecha).

En agosto de 1954 apareció en Estados Unidos un libro notable escrito por un autor llamado Muhammad Asad y con el título “El Camino a Meca”. El libro, una combinación de memorias y libro de viajes, contaba la historia de un converso al Islam que había cruzado los desiertos espirituales de Europa y los desiertos de arena de Arabia, en un viaje que le llevó en último término al oasis de la creencia islámica. El libro mereció en seguida la aclamación de la crítica, con especial resalte en la prensa de New York, donde Simon y Schuster lo habían publicado. Un crítico, que escribió en el Book Review del New York Herald Tribune, lo describió como un libro “intensamente interesante y activo”. Otro crítico, en las páginas del New York Times, situó el libro en el panteón de la literatura de viajes en Arabia. Escribió: “Nadie desde Freya Stark ha escrito tan acertadamente sobre Arabia como Muhammad Asad.”

Muhammad Asad (1900-1992) fue un judío converso al Islam, de nombre de nacimiento Leopold Weiss. No fue un converso ordinario. Asad no solamente busco la plenitud personal en su fe adoptada. Intentó influir en el curso del Islam actual, como autor, activista, diplomático y traductor del Corán. Muhammad Asad murió en Febrero de 1992 a la edad de 92 años, así que su carrera se puede ver de forma paralela al ascenso del Islam actual. Hasta ahora, sin embargo, no hay biografía de Asad, y grandes obstáculos esperan al que intente escribirla. El obstáculo más formidable de estos es que la principal fuente de la vida de Asad es el mismo Asad. Sin duda este obstáculo se podría superar, y este ensayo hace uso de varias fuentes adicionales sobre su vida. Pero el propósito aquí es más modesto: es hacer un esbozo muy general de la vida de Asad. 

Leopold Weiss nació el 12 de Julio de 1900, en la ciudad de Lvov (Lemberg) en la Galitzia oriental, entonces parte del Imperio Habsburgo (Lvov está hoy en Ucrania). A la entrada del siglo, los judíos constituían de un cuarto a un tercio de la población de Lvov, una ciudad habitada mayoritariamente por polacos y ucranianos. La comunidad judía había crecido y prosperado durante el siglo anterior, expandiéndose desde el comercio a la industria y la banca.La madre de Weiss, Malka, era hija de un rico banquero local, Méname Mendel Feigenbaum. La familia vivía acomodadamente, y según escribió Weiss, dedicada a sus hijos. El mismo Weiss reconoció que sus raíces judaicas eran más profundas por parte de su padre. Su abuelo paterno, Benjamín Weiss, procedía de la línea sucesoria de Rabinos Ortodoxos de Czernovitz, en Bukovina. Weiss recordaba a su abuelo como un hombre de barba blanca al que le encantaban el ajedrez, las matemáticas y la astronomía, pero que todavía tenía en más alta estima el aprendizaje rabínico, y deseaba que su hijo entrara en el rabinato. El padre de Weiss, Akiva, aprendía el Talmud de día pero por la noche estudiaba el currículo de un instituto de humanidades. Akiva Weiss anunció su ruptura abierta con los rabinos, una rebelión que presagiaría la ruptura, aunque de una manera diferente, de su hijo. Pero Akiva no realizó su sueño de estudiar física, porque las circunstancias le obligaron a elegir otra profesión. Weiss testimonia que sus padres tenían poca fe religiosa. Para ellos, el judaísmo se había convertido, en sus palabras, “el ritual de madera de aquellos que se aferran por hábito -y solamente por hábito- a su herencia religiosa”. Más tarde llegó a sospechar que su padre consideraba toda religión como superstición pasada de moda. Pero en deferencia a la tradición familiar y a sus abuelos, el joven Leopold -“Poldi” para su familia- se vio obligado a pasar muchas horas con un tutor, estudiando la Biblia Hebrea, el Targum, el Talmud, la Mishna y la Gemarra. “A la edad de trece años”, dice, “no sólo podía leer Hebreo con gran soltura, también lo hablaba sin problemas”. Estudio el Targum “como si hubiera estado destinado a una carrera rabínica” y podía “discutir con gran seguridad las diferencias entre los Talmuds de Babilonia y Jerusalén”. Sin embargo, Weiss desarrolla lo que él llamó “un sentimiento antiguo” hacia las premisas del judaísmo. Aunque no estaba en desacuerdo con sus preceptos morales, le daba la impresión que el Dios de la Biblia Hebrea y del Talmud “estaba excesivamente preocupado con el ritual por el cual sus adoradores lo adoran”. Además, este Dios parecía “extrañamente preocupado con los destinos de una nación en particular, los hebreos”. Lejos de ser el creador y sustentador de toda la humanidad, el Dios de los hebreos parecía una deidad tribal, “ajustando toda la creación a los requerimientos de un pueblo elegido”. 

Los estudios de Weiss, en consecuencia, le alejaron del judaísmo, aunque más tarde admitió que “me ayudaron a entender el propósito fundamental de la religión como tal, sin importar su forma”. Pero esta temprana desilusión con el judaísmo no le condujo a la búsqueda de alternativas espirituales. En 1918, Weiss se matriculó en la Universidad de Viena. Dedicó los días al estudio de la historia del arte; las tardes en los cafés, escuchando las discusiones de los psicoanalistas de Viena. (“El estímulo de las ideas de Freud me intoxicó como un vino fuerte”). En las noches se daba a las pasiones. Pero según sus estudios progresaban, el proyecto de una vida académica perdió atractivo. En 1920, Weiss desafió los deseos de su padre y dejó Viena para ir a Berlín a hacer carrera en el periodismo. Allí se unió a los literatos del Café des Westens, vendió unos pocos guiones de cine, y encontró trabajo en una agencia de noticias.


La exposición a Oriente

En medio de esta trayectoria poco destacable, Leopold Weiss tomó un desvío inesperado. A principios de 1922, un tío materno suyo, Dorian Feigenbaum, invitó a Weiss a visitar Jerusalén. Dorian, psicoanalista y discípulo de Freud, habría iniciado a Weiss en el psicoanálisis unos pocos años antes en Viena. En ese momento dirigía una institución de salud mental en Jerusalén. Weiss aceptó la invitación; llegó a Egipto en barco y a Palestina en tren. En Jerusalén, vivió en casa de Dorian, en la ciudad vieja cerca de la puerta de Yaffa. Desde esta base Leopold Weiss exploraría por vez primera las realidades del Islam. Pero su búsqueda vendría precedida de otro descubrimiento: las inmoralidades del sionismo. Aunque Dorian no se consideraba sionista, Weiss tenía otro tío en Jerusalén que sí era un sionista militante. Aryeh Feigenbaum (1885-1981), oftalmólogo, había emigrado a Palestina en 1913, y se convirtió en un experto de primera línea en el tracoma, siendo frecuentadas sus clínicas de Jerusalén por miles de árabes y judíos afectados. En 1920 funda la primera revista médica hebrea; desde 1922 dirigió el departamento oftalmológico en el Hospital Hadassah. Más tarde, Weiss omitiría cualquier mención de su tío sionista en El Camino a Meca -una de muchas omisiones significativas-, dando un indicio de que el distanciamiento de la familia y el sionismo estaban relacionados. Pero Weiss presenta siempre su anti-sionismo como un simple imperativo moral. Considera inmoral que los inmigrantes, ayudados por un gran potencia extranjera, vinieran con la intención consciente de ser mayoría en el país y de esa forma desposeer a las personas a las que esa tierra había pertenecido desde tiempos inmemoriales. Esta posición moral se inició como un flash de introspección que Weiss experimentó cerca de la puerta de Yaffa mientras observaba a un árabe beduino, “silueteado contra el cielo gris-plata como una figura de una vieja leyenda”. Quizá, fantaseó, este fue, “uno de los muchos jóvenes guerreros que habían acompañado al joven David en su huida de los oscuros planes de Saul, su rey: “Sabía, con esa claridad que a veces nos inflama e ilumina el mundo durante un latido de corazón, que David y el tiempo de David, Abraham y el tiempo de Abraham, estaban más cerca de sus raíces árabes –y por tanto del beduino de hoy-, que el judío de hoy que dice ser su descendiente”. 

En Jerusalén, Weiss comenzó a confrontar a los líderes sionistas con la cuestión árabe, que discutió con Menahen Ussishkin (1863-1941) y Chaim Weizmann (1874-1952), y pronto se ganó la reputación de simpatizante con la causa árabe. Weiss también se ganó un nuevo amigo al que ayudó en Jerusalén: el poeta y periodista holandés Jacob Israel de Haan (1881-1924). En esos tiempos, la extraña carrera de De Haan habría sufrido muchos vaivenes: de socialista agitador a místico religioso, de sionista ardiente a ardiente anti-sionista. Los Haganah asesinaron más tarde a De Haan en 1924. De Haan alimentó el rechazo del sionismo de Weiss y le ayudó a encontrar trabajo periodístico. Y fue a través de De Haan como Weiss conoció al Emir Abdallah de Jordania (1882-1951) en el verano de 1923 –su primer encuentro de muchos con dirigentes árabes. En Palestina, Weiss trabaja para el Frankfurter Zeitung, donde escribió contra el sionismo y a favor de la causa del Islam y del nacionalismo árabe. Publicó un librito sobre el tema en 1924 y esto inspiró la confianza del Frankfurter Zeitung que le encargó viajar aún más, a fin de recoger información para un libro de mayor amplitud. Weiss hizo el viaje, que duró dos años. Durante ése, encontró una nueva fuente de inspiración, durante una estancia en Cairo: el Sheij Mustafa al-Maraghi (1881-1945), un brillante teólogo reformista que más tarde se convirtiría en rector de Al-Azhar. Este fue el primer contacto con el reformismo islámico, y le dejó una profunda impresión. Weiss concluyó que el estado abismal de los musulmanes no podía atribuirse al Islam, como declaraban los críticos occidentales, sino una mala interpretación del Islam. Cuando es adecuadamente interpretado, bajo una luz de la actualidad, el Islam podría hacer avanzar a los musulmanes, y ofrecer un sustento espiritual que el cristianismo y el judaísmo ya no podían ofrecer. Weiss pasó la mayor parte de los siguientes dos años viajando por Siria, Iraq, Kurdistán, Iran, Afganistán y Asia Central, sintiéndose cada vez más fascinado por el Islam en su miríada de formas.


La Conversión

Al concluir sus viajes, Weiss volvió a Frankfurt para escribir su libro. Allí se casó con Elsa, una viuda, “probablemente el más claro ejemplo de tipo ‘nórdico’ que jamás he encontrado…” Ahora se encontraba asentado en una cómoda rutina. No progresó en su libro: se encontraba preocupado y distraído, incapaz de poner sobre el papel lo vivido en sus viajes. Una disputa con el editor del Frankfurter Zeitung por esta causa, terminó con su renuncia, y se mudó a Berlín, donde retomó los estudios islámicos y escribió para periódicos de menor importancia. Fue en septiembre de 1926 cuando Weiss experimentó su segunda epifanía. Tuvo un flash introspectivo como el que experimentó cerca de la puerta de Yaffa y que le llevó a entender que los árabes eran los herederos de los hebreos bíblicos, y no los judíos. Ahora en el metro de Berlín, tuvo otro flash. Viendo a la gente en este tren, con su educación y prosperidad, se dio cuenta de que nadie sonreía. Aunque estaban posicionados en la cúspide del materialismo occidental, eran infelices. Al volver a su piso, echó un vistazo a una copia del Corán que había estado leyendo, y su vista se posó en el verso que reza: “Estáis obsesionados por el deseo de tener más y más hasta que bajáis a vuestras tumbas.” Y más adelante, en el mismo verso: “Si lo supierais con la sabiduría de la certeza, veríais el infierno en el que estáis.” Toda duda de que el Corán fuese un Libro inspirado por Dios se desvaneció. Fue a ver al líder de la sociedad islámica de Berlín, declaró su adhesión al Islam, y tomó el nombre de Muhammad Asad.


M. Asad (con turbante) en Berlín, el día que se hizo musulmán (1926)

¿Por qué la conversión? En 1934 Asad escribió que no tenía respuesta satisfactoria. No sabía qué aspecto del Islam le atraía más, excepto que el Islam le parecía “armoniosamente concebido… nada es superfluo y no carece de nada, y el resultado es un equilibrio absoluto y una sólida compostura”. Pero aun así encontraba difícil analizar sus motivos. “Después de todo, era una cuestión de amor; y el amor está compuesto de muchas caras: de nuestros deseos y nuestra soledad, de nuestros más altos objetivos y de nuestras limitaciones, de nuestra fuerza y nuestra debilidad.” En la familia Feigenbaum, se pensaba que la conversión de Asad se debía al odio que su padre sentía por la gente de su clase. Asad escribió a su padre informándole de su conversión, pero no obtuvo respuesta. “Algunos meses más tarde mi hermana escribió, diciéndome que me consideraba muerto. Por consiguiente le envié otra carta asegurándole que mi aceptación del Islam no cambiaba ni mi actitud ni mi amor por él; que, por el contrario, el Islam me inclinaba a amar y honrar a mis padres sobre todas las personas. Pero esta carta también quedó sin contestar.” La esposa de Asad, Elsa, se convirtió al Islam unas semanas después, y en enero de 1927 salieron para Meca, acompañados del hijo de Elsa, de su anterior matrimonio. Al llegar, Weiss hizo su primera peregrinación. Un pasaje al final de El Camino a Meca describe su circunvalación de la Ka’ba. Trágicamente, Elsa murió nueve días después, de una enfermedad tropical, y un año más tarde los padres de ella reclamaron a su hijo.

Asad de Arabia

Así empezó el período saudí de Asad, que le formaría como musulmán. Sus seis años en Arabia Saudita, se encuentran recogidos en El Camino a Meca de forma detallada. Asad se presenta a sí mismo como miembro del círculo íntimo del rey Ibn Saud (1880-1953), dividiendo su tiempo entre el estudio religioso en Medina y la política palaciega en Riyad. 

Esta intimidad con Ibn Saud se puede confirmar por una fuente independiente. En 1928, un iraquí llamado Abdallah Damluyi, que había sido consejero de Ibn Saud, transmitió un informe a los británicos acerca de la “penetración bolchevique y soviética” del Hiyaz. Quizás representa la más sucinta confirmación del papel jugado por Asad en Arabia Saudi: “Antes de concluir, debo atraer la atención sobre la persona conocida como Asadullah von Weiss, inicialmente un judío austriaco, ahora musulmán, que reside en la actualidad cerca del santo lugar en la Meca. Este austriaco Leopold von Weiss llegó al Hiyaz hace dos años, declarando que se había hecho musulmán por amor a esta religión y su creencia pura en ella. No sé por qué, pero sus palabras fueron aceptadas sin oposición, y entró en Meca sin impedimento. Lo hizo en un momento en que a nadie como él se le permitía hacer lo mismo. El gobierno del Hiyaz había aprobado una ley que determinaba que aquellos como él debían pasar dos años bajo supervisión, de forma que el gobierno pudiera estar seguro de su Islam antes de su entrada en Meca. En todo ese tiempo, Leopold von Weiss ha permanecido en Meca, viajando por el país y mezclándose con gente de toda clase y con personas del gobierno. Después viajó a Medina, y permaneció allí varios meses. Luego se las apañó –no sé cómo- para viajar a Riyad con el rey Ibn Saud, y permaneció en Riyad durante cinco meses, viendo y oyendo todo lo que ocurría, relacionándose con la gente y hablando con personajes del gobierno. No me da la impresión de ser una persona instruida o un profesional. Su propósito aparente es obtener noticias del rey, y especialmente del Sheij Yusuf Yasin, secretario del Rey (y editor del periódico oficial ‘Umm al-Qura’). Asadullah usa estas noticias para producir artículos para algunos periódicos austriacos y alemanes, en respuesta a las cosas desagradables escritas por algunos periódicos europeos sobre la corte Hiyazi-Naydi. Esta es la ocupación del judío austriaco Leopold von Weiss, ahora Hayy Asadullah el musulmán. ¿Cuál es la misión real que le hace soportar las incomodidades y las peores condiciones de vida? ¿Sobre qué bases recae la gran intimidad entre él y el Sheij Yusuf Yasin? ¿Hay alguna conexión entre von Weiss y el consulado bolchevique en Yedda? Estos son misterios sobre los cuales es difícil saber la verdad.” 

Para los servicios de inteligencia del momento el bolchevismo era una obsesión, y la insinuación de Damluyi no puede ser tenida en cuenta. Lo que está claro es que Asad tuvo un acceso privilegiado a la corte de Ibn Saud. Está también claro que su estatus no era el de consejero, sino el de un observador admitido en la corte como parte de los esfuerzos iniciales saudíes en lo tocante a las relaciones internacionales. Ibn Saud mantuvo a Asad cerca de él ya que este converso útil escribía artículos beneficiosos sobre él para varios periódicos de Europa. De acuerdo con Asad, finalmente se convirtió en agente secreto; Ibn Saud lo empleó en una misión clandestina a Kuwait en 1929, para seguir el rastro de los fondos y las armas destinadas a Faisal al-Dawish, un rebelde contra el gobierno de Ibn Saud. Asad determinó que Gran Bretaña estaba detrás de la rebelión, y así lo escribió en sus informes a periódicos extranjeros, para la satisfacción de Ibn Saud. Asad también comenzó a establecerse. Se casó dos veces en Arabia Saudita: primero en 1928, con una mujer de la tribu Mutair, y en 1930, después de un divorcio, con Munira, de una rama de los Shammar. Se establecieron en Medina y tuvieron un hijo, Talal. Arabia era su hogar, y se autopersuadió: el cielo de Arabia era “mi cielo”, el mismo cielo que “cubría la larga línea de mis antepasados, aquellos pastores nómadas, esa pequeña tribu beduina de hebreos”. El cielo de Arabia encantó a Asad –pero no los dirigentes de Arabia. Asad había tenido la esperanza de que Ibn Saud “traería una restauración del ideal islámico en su sentido completo”. Pero cuando Ibn Saud consolidó su poder, se lamenta Asad, “se hizo evidente que Ibn Saud no era más que un rey – un rey con unos objetivos no más elevados que muchos otros gobernantes orientales autocráticos anteriores a él”. Es cierto que Ibn Saud había establecido orden, pero lo hizo, “con leyes duras y medidas punitivas, y no inculcando en su pueblo un sentido de responsabilidad cívica”. “No había hecho nada para construir una sociedad equitativa y progresista. Cae y permite a los que le rodean caer en los más extravagantes lujos”. Había “descuidado la educación de sus propios hijos y así los dejó poco preparados para las tareas que tenían por delante”. Y era incapaz de autoexamen, mientras que “los innumerables allegados que vivían de sus riquezas no hacían nada en contra de esta tendencia desafortunada”. El veredicto final de Asad era que la vida de Ibn Saud constituyó “un trágico desperdicio”. Al defraudar la tremenda promesa de sus años jóvenes, cuando parecía ser un soñador, ha roto –quizás sin tener conciencia- el espíritu de una nación que había tenido la esperanza de considerarlo como un líder enviado por Dios. Habían esperado demasiado de él como para soportar la decepción con ecuanimidad; y algunos de los mejores en el Nayd ahora hablan duramente de lo que consideran una traición de su confianza. Ibn Saud, en definitiva, era “un águila que nunca usó sus alas”; un rey que nunca fue más allá de “un benevolente jefe tribal engrandecido”. 

Desilusionado con Ibn Saud, Asad comenzó una búsqueda del gobernante, estado o sociedad que cumpliera con su ideal del Islam. Brevemente basó sus esperanzas en el movimiento Sanusi de Cirenaica: “Como muchos otros musulmanes, durante años puse mis esperanzas en Ibn Saud como el líder potencial de una reactivación islámica, y ahora que estas esperanzas se han mostrado fútiles, solamente pude ver en todo el mundo musulmán un movimiento que cumpliera genuinamente el ideal de una sociedad islámica: el movimiento Sanusi, sumido ahora en una dura batalla por la supervivencia. Según Asad, él fue en una misión secreta a Cirenaica por orden del Gran Sanusi, Sayyed Ahmad (1873-1932), en ese momento exiliado de Arabia Saudita, para transmitir planes para continuar la lucha anti-italiana al resto de las fuerzas Sanusi. Pero la misión, en enero de 1931, resultó inútil: las fuerzas italianas aplastaron la resistencia Sanusi ese mismo año. En este momento, Asad había perdido el favor de Ibn Saud. No da explicación en El Camino a Meca de su ruptura con Ibn Saud, excepto su decepción personal con el monarca. Pero también surgieron otras explicaciones. Algunos dijeron que su último matrimonio tuvo la culpa: miembros de la familia de la esposa fueron sospechosos de conspirar contra Ibn Saud. Otros señalaron a sus orígenes judíos, cuando la tensión árabe-judía en Palestina explotó en violencia. Lo cierto es que dejó Arabia Saudita en 1932, con el objetivo declarado de viajar por India, Turkestán, China e Indonesia.


El paso a la India

Asad comenzó con un “viaje de estudios” a India. Según las fuentes británicas de inteligencia, Asad había establecido contacto con un activista de Amritsar, Isma’il Gaznavi, e intentó recorrer la India “con la intención de contactar con todos los activistas importantes”. Asad llegó en barco a Karachi en junio de 1932, y pronto salió para Amritsar. Allí y en el vecino Lahore, se involucró con la comunidad local de musulmanes de Cachemira, y en 1933 apareció en Srinagar, donde un informe de los servicios de inteligencia le atribuye de nuevo la comunicación de ideas bolcheviques.Para Asad, la atracción real de Cachemira residiría en su predicamento como tierra en litigio, donde un maharajá títere de los británicos gobernaba a una población musulmana descontenta. En 1931 los musulmanes de Cachemira en el Punyab organizaron un movimiento de agitación en apoyo de los musulmanes de Cachemira. Cientos de grupos de voluntarios musulmanes cruzaron ilegalmente desde el Punyab a Cachemira, y miles fueron arrestados. A principios de 1932 los disturbios habían cesado. Pero al conocer su presencia, el gobierno de Cachemira lo quería “fuera” inmediatamente, aunque la policía no tenía evidencias para dar sustancia al informe de Inteligencia, y parecían existir obstáculos legales para expulsar a un europeo. 

Asad pronto abandonó Cachemira y se fue a Lahore. Allí conoció al poeta y filósofo Muhammad Iqbal (1876-1938), descendiente de cachemires, que persuadió a Asad de permanecer en la India y trabajar “para elucidar las premisas del futuro estado islámico”. De aquí en adelante, Asad ejerció como intelectual musulmán: pensando, dando clases y escribiendo sobre las leyes y cultura islámicas. En marzo de 1934 publicó un librito titulado “El Islam en la Encrucijada”, su primera entrada en el pensamiento islámico. Este trabajo sólo se puede describir como una diatriba contra el materialismo occidental, como Asad lo planteó: un caso de “Islam contra la civilización occidental”. Aquí Asad desarrolló temas que serían recogidos y ampliados más tarde por el pensamiento fundamentalista islámico. Asad trazó una línea recta entre las Cruzadas y el imperialismo moderno además de culpar a los orientalistas occidentales por sus distorsiones del Islam. Este texto fue repetidamente editado en India y Pakistán. Sin embargo, lo más importante es que apareció una traducción en árabe en Beirut en 1946. Bajo el título árabe “al-Islam ‘ala muftariq al-turuq” fue publicado en numerosas ediciones en los años 40 y 50. Esta traducción tuvo una influencia crucial en los primeros escritos del teórico islamista Sayyid Qutb (1906-66), que se extendió ampliamente sobre la idea de “las Cruzadas” de Asad. En 1936, Asad encontró un nuevo benefactor. El Nizam de Hyderabad había apadrinado el diario Islamic Culture, editado inicialmente por el converso británico Muhammad Marmaduke Pickthall (1875-1936). Pickthall, bien conocido por su traducción al inglés del Corán, murió en 1936, momento en el que Asad asumió la edición del diario. Esto puso a Asad en contacto con gran cantidad de orientalistas y eruditos musulmanes indios, y él mismo comenzó a escribir piezas de erudición y a traducir textos.


La intrusión de la guerra

Pero otra obligación comenzó a asediarlo –una obligación del pasado. En 'El Camino a Meca', Asad escribió que su relación con su padre se restableció en 1935, después de que su padre llegara a “entender y apreciar las razones de mi conversión al Islam”. Aunque nunca se volvieron a encontrar en persona, escribía Asad, mantuvieron correspondencia continuamente hasta 1942. Sin embargo, Asad volvió a Europa en la primavera de 1939, con la intención de salvar a su familia que estaba en peligro. La Alemania nazi se anexionó Austria en marzo de 1938, reforzando las leyes de Nuremberg en mayo. La vida de los judíos vieneses se convirtió en una sucesión de confiscaciones, persecuciones, pogromos y deportaciones. En octubre de 1938, Asad renunció a su puesto de editor de Islamic Culture, y después abandonó India. En abril de 1939, su pasaporte austriaco fue usado en Viena para entrar en Gran Bretaña y la India británica.Después llegó a Londres, donde pidió que su visado le fuera extendido: “Os ruego que me prolonguéis esta visa hasta el fin de este año ya que en 4 ó 5 meses vendrán mis padres. Tengo que arreglar muchas cosas para ellos”. (“Padres” era la forma de Asad de llamar a su padre y madrastra, ya que su madre había muerto en 1919). Esta evidencia prueba que Asad hizo un intento de última hora por rescatar a su familia judía antes de volver a la India en el verano de 1939. Pero cualquiera que sea el objetivo de estos esfuerzos, terminaron abruptamente con la invasión alemana de Polonia y la declaración británica de guerra contra Alemania en septiembre de 1939. Asad fue detenido inmediatamente en la India como enemigo nacional, y pasó los siguientes seis años en campos de internamiento con otros alemanes, austriacos e italianos que habían sido apresados en toda la Asia gobernada por los británicos. El campo de Asad, escribió, estaba ocupado “tanto por nazis y anti-nazis como por fascistas y anti-facistas”. Durante su internamiento, restableció contacto con su tío en Jerusalén, Aryeh Feigenbaum, que le envió comida, ropas y dinero. Asad fue liberado en agosto de 1945. Para entonces, lo peor había acontecido a su familia en Europa: su padre, su madrastra y una hermana fueron deportados de Viena en 1942 y perecieron en los campos de concentración.Asad nunca escribió de sus largos años de detención. Era el único musulmán en su campo, y parece que deliberadamente se aisló de lo que le rodeaba y de la guerra, pensando sólo en el “caos cultural” en que habían caído los musulmanes. Conforme se consolidaba su identidad musulmana, no permitió que la guerra de Europa se convirtiera en su guerra, ni que el sufrimiento de los judíos se convirtiera en su sufrimiento.

Después de su liberación, se identificó completamente con la causa de Pakistán, al que vio no simplemente como un refugio, sino como el marco del ideal islámico. En 1947, Asad llego a ser director de Departamento Islámico de Reconstrucción en el nuevo estado, y se propuso la formulación de su constitución. El propósito de Asad era claro: establecer un estado islámico como una democracia parlamentaria multipartidista y liberal. En los años 30 y 40, la idea del estado Islámico era presentado en las mentes de muchos ideólogos como la antítesis de la democracia, y similar a los estados totalitarios de Europa central. El trabajo de Asad se enfrentaba a esa visión, encontrando evidencias en fuentes islámicas de elecciones, legislación parlamentaria y partidos políticos.Pero sus propios planteamientos, publicados en marzo de 1948 como “la redacción de una Constitución Islámica”, nunca fueron utilizados. “Sólo muy pocas, si alguna, de mis sugerencias han sido utilizadas en la (ahora abolida) Constitución de la República Islámica de Pakistán; quizás solamente en el Preámbulo, adoptado por la Asamblea Constituyente en 1949, puede encontrarse un eco de estas sugerencias.” El nuevo estado había sido “una necesidad histórica”, y sin él “los musulmanes habrían estado inmersos en la más fuertemente desarrollada e intelectual y económicamente más potente sociedad india”. Pero “desafortunadamente no se desarrolló de la manera que queríamos”. La visión de Iqbal de Pakistán era bastante diferente de la de Mohammad Ali Yinnah (1876-1948) primer gobernador-general de Pakistán, que en principio no quería una separación. Pakistán se convirtió en un estado para musulmanes, pero sus fundadores seculares pospusieron su formación como estado islámico. En 1949, Asad deja la política doméstica para unirse al servicio de exteriores pakistaní, ascendiendo a la posición de director de la División de Oriente Medio del Ministerio de Asuntos Exteriores. Su transformación era ya completa: usaba el achkan pakistaní y un gorro negro de piel. Al principio de 1952, después de 20 años de residencia continuada en el subcontinente indio, se trasladó a Nueva York como ministro pakistaní plenipotenciario en las Naciones Unidas.

De nuevo Occidente

Así comenzó el camino de vuelta de Asad a Occidente –una elección que le traería fama. Llegó solo a Nueva York, sin su esposa ni su hijo, y vivió en un ático en Manhattan, ayudado por su sirviente-conductor. Pronto encontró un nuevo amor, un gran contraste con su esposa árabe durante veinte años: Pola Hamida, una americana descendiente de polacos católicos que se habían convertido al Islam. El matrimonio Asad con Munira se deshizo, y se casó con Pola Hamida en matrimonio civil en Nueva York, en noviembre de 1952. Se quedaría junto a ella durante los siguientes cuarenta años, y este matrimonio con una conversa occidental presagiaba su evolución de pensamiento hacia un Islam ideal, diferente del que practicaban los musulmanes de nacimiento. Después de unos meses en Nueva York, Asad también restableció sus lazos con su familia en Israel. En ese momento, la hija de Aryeh Feigenbaum, Hemdah (1916-87), estaba viviendo en Nueva York con su esposo, Harry (Zui) Zinder (1909-1991), encargado de prensa en la oficina de información de Israel (y después director de la Voz de Israel). Más tarde Zinder le contó a un periodista israelí que Asad salía a cenar con él, y visitaba la casa de los Zinder en Forest Hills. Asad incluso asistió al bar mitvah del hijo de los Zinder, y los Zinder asistieron a su boda con Pola Hamida. Zinder informó de los contenidos de sus conversaciones de sobremesa con Asad en Jerusalén. Asad, dijo, seguía siendo inequívocamente un enemigo de Israel, pero posiblemente se podría suavizar su animosidad, y que merecería la pena intentarlo dada su sólida posición en el Ministerio de Asuntos Exteriores Pakistaní. Según afirma Zinder, el Mosad respondió con la propuesta de que intentara reclutar a Asad por dinero, una propuesta que Zinder rechazó. “Sabía que rechazaría cualquier pago”, dijo Zinder años más tarde; “que se enfurecería con la idea y rompería cualquier contacto conmigo”. Con el tiempo, el contacto de todas formas se debilitó. Según Zinder, Pola Hamida desaprobaba que Asad mantuviera lazos cercanos con su familia en particular, y con los judíos en general. Aún así, según Zinder, Asad continuó durante algunos años la correspondencia con Hemdah sobre asuntos familiares.No podía haber duda, por lo que se desprende de los escritos de Asad y del testimonio de Zinder, que Asad seguía siendo un ferviente anti-sionista. Durante muchos años, Asad dejó la crítica del moderno estado de Israel a otros. En 1947 estaba totalmente preocupado con la partición de India, y no ofreció comentario publicado sobre la partición de Palestina y la creación de Israel. En los años que siguieron a la guerra de 1967, habló con más frecuencia, especialmente sobre Jerusalén. “No podemos reconciliarnos con la visión, tan complacientemente aceptada en Occidente, de que Jerusalén sea la capital del Estado de Israel”, escribió. “En una Palestina libre -un estado en el cual judíos, cristianos y musulmanes podrían vivir juntos en igualdad política y cultural- la comunidad musulmana debería ser la encargada de la custodia de Jerusalén como una ciudad abierta a las tres comunidades.” Pero dada la fiebre anti-israelí en el mundo árabe después de 1967, la crítica de Asad solo podía ser descrita como bastante tímida. Dado que Pakistán se apartó del conflicto, no se esperaba mucho más de él. Asad no consiguió encauzar otras esperanzas pakistaníes. Uno de los colegas de Asad en la delegación pakistaní montó un escándalo por su romance con Pola Hamida, y el Primer Ministro de Pakistán, Khwaja Nizamuddin, reaccionó fuertemente contra el matrimonio.A finales de 1952, Asad ofreció su renuncia con la esperanza de que su posición se confirmaría. Para su sorpresa, su renuncia fue aceptada. No fue una ruptura limpia y cuando Nizamuddin perdió el poder en la primavera de 1953, el proyecto de la vuelta de Asad al servicio pakistaní parecía real. Pero no se materializó ninguna oferta, y Asad se veía ahora presionado para conseguir fondos. 

Siguiendo el consejo de un amigo americano, propuso escribir su historia a los editores de Nueva York, Simon y Schuster, que le ofrecieron un contrato y un adelanto. Asad comenzó entonces su trabajo en el libro que le haría famoso. El Camino a Meca, escrito en Nueva York, apareció en 1954, y tuvo una amplia repercusión por su relato de búsqueda espiritual y aventuras en el desierto. Como testimonio de conversión al Islam, El Camino a Meca no ha sido superado todavía, y su continuada republicación en lenguas occidentales atestigua su poder, tanto para lectores en general como para simpatizantes del Islam. 

Un ejemplo de su influencia se puede encontrar en el testimonio de una judía americana de 21 años llamada Margaret Marcus (1934). El libro de Asad encontró un lugar en las estanterías de la biblioteca pública de Mamaroneck, Nueva York, cerca de su casa. Sus padres no le dejaban sacar el libro, así que ella lo leía en la biblioteca una y otra vez: “Lo que él pudo hacer, yo pensé que lo podría hacer también, pero ¡cuánto más duro es para una mujer sola que para un hombre! Pero le prometí a Allah que a la primera oportunidad, seguiría su ejemplo”. La joven se convirtió más tarde al Islam, tomó por nombre Maryam Yamila, y se fue a Pakistán, donde llegó a ser una de las más conocidas ideólogas del pensamiento islámico, famosa por sus críticas metódicas a Occidente. 

Un converso occidental, sin embargo, cuestionó la visión del libro de Asad: Harry St. John (“Abdullah”) Philby (1885-1965). Philby, también, se había convertido al Islam en 1930, asumiendo el lugar de Asad como converso en la corte de Ibn Saud. Él también había destacado en exploración y política, y tenía siempre presente los intentos de Asad en ambos aspectos. En su revisión de El Camino a Meca, Philby acusó a ‘Herr Weiss’ de “vaguedad y cierto sentido naif”. Para Philby, Asad no era más que un periodista en busca de una historia, un hombre sin base para el trabajo geográfico o el análisis político. Sus escenas de bazar, festivales religiosos, atardeceres en el desierto, “et hoc genus omne” de color local sugiere un pastiche de artículos periodísticos o recortes unidos para formar una historia con carácter de noticia en la cual el leit-motiv está alimentado por su propio estado emocional. En su insinuación más dañina, Philby escribió que no había “evidencia real” de que Asad hubiera realizado “misiones secretas” para Ibn Saud o el Gran Sanusi.Si el valor del libro como recopilatorio de política y exploración era dudoso, al menos sirvió como una memoria personal fidedigna. En muchos aspectos, apuntó Judd Teller (1912-1972) en un análisis en “Commentary”, Asad no tenía nada que decir en asuntos que requirieran un comentario en la memoria personal de cualquier judío europeo. Uno de estos era la experiencia de Asad del anti-semitismo europeo, nunca mencionado por el autor. Incluso nació en Galitzia, donde los judíos eran la cabeza de turco en los juegos de poder de los veranianos antisemitas y los polacos y el dudosamente tolerante gobierno austriaco. Se educó en Viena, cuando era la capital del antisemitismo europeo. Dejó Berlín para ir por vez primera a Palestina en el año en que los racistas-nacionalistas asesinaron a Walter Rathenau. ¿Lo dejo todo esto indemne?

Ambos, Philby y Teller, se quejan de la ausencia de otro punto crucial: Asad no dio ninguna razón para su decisión de abandonar Arabia. Estas críticas sugerían lo que ahora es obvio: El Camino a Meca no puede ser leído como un documento de verdad histórica sobre Arabia, Ibn Saud o incluso la vida del autor. Es un autorretrato impresionista que sugiere más de lo que dice. Pero las omisiones y las elusiones del libro no le restaron éxito comercial. El Camino a Meca fue traducido del inglés a las lenguas más importantes de Europa, y los royalties deben haber supuesto una buena fuente de ingresos. El libro también creó una gran demanda de Asad como conferenciante, y su reputación en Occidente alcanzó su cúspide.

Pero en tierras musulmanas, especialmente entre activistas musulmanes, sus planteamientos levantaron cuestiones problemáticas. El ideólogo pakistaní Maulana Maududi (1903-79), en una carta escrita en 1961, expresó sus diferencias ideológicas: “Tengo respeto por la exposición de Asad de las ideas islámicas y especialmente en su crítica de la cultura occidental y sus filosofías materialistas. Siento decir, sin embargo, que aunque en sus primeros tiempos de converso era un musulmán fuertemente practicante, gradualmente se ha ido acercando a las formas de los llamados ‘musulmanes progresistas’ justo como los ‘judíos reformados’. Recientemente, su divorcio de su esposa árabe y su matrimonio con una chica americana moderna han acelerado este proceso de desvío de forma definitiva. Una vez que un hombre comienza a vivir la vida de un musulmán real, todas sus capacidades pierden su ‘valor de mercado’. Es la misma triste historia de Asad, que siempre había estado acostumbrado a un alto y moderno nivel de vida, y después de abrazar el Islam tuvo que afrontar las más duras dificultades financieras. Como resultado, se vio forzado a hacer un compromiso tras otro.” Asad, el crítico del materialismo occidental, se vio acusado de sucumbir ante él. Asad, que buscó primero las respuestas en el Islam, ahora era sospechoso de cuestionarlo. El desencanto que Asad había llegado a sentir por los practicantes actuales del Islam se había hecho mutuo.


Traductor del Corán

Asad se reinstaló en Ginebra con Pola Hamida. Allí comenzó un nuevo proyecto, ambicioso en objetivos y significación: una nueva traducción al inglés del Corán. Asad no había quedado satisfecho con la ampliamente usada traducción de Marmaduke Pickthall’s, ya que el conocimiento del árabe de Marmaduke era muy limitado.Como Asad escribió más tarde: “La familiaridad con el habla beduina de Arabia Central y Oriental –sumado, por supuesto, a un conocimiento académico del árabe clásico- es la única manera para un no-árabe de nuestro tiempo de conseguir un entendimiento íntimo de la dicción del Corán. Y ya que ninguno de los estudiosos que han traducido anteriormente el Corán a lenguas europeas cumple este prerrequisito, sus traducciones han sido ecos distantes, e incompletos, de su significado y espíritu.” Asad comenzó a trabajar en la traducción en 1960. Un proyecto a tan gran escala requería el apoyo de un mecenas, y apareció en la figura del rey Faisal de Arabia Saudí. Asad conocía a Faisal desde 1927. Restableció el vínculo en 1951, cuando volvió a Arabia después de dieciocho años, y reforzó el lazo cuando Faisal comenzó su ascenso al trono. Asad llegó a ser uno de los más fervientes entusiastas de Faisal, al que veía como una gran mejora sobre Ibn Saud. “Dondequiera que observo la forma en que Faisal gobierna su reino” escribió Asad, “me parece el cumplimiento de cada promesa que en vida de su padre se desechó.”

De cualquier manera, Faisal era un hijo devoto, y sus loas no pudieron hacer olvidar el hiriente comentario de Asad sobre Ibn Saud en el libro El Camino a Meca. Pero, esto no fue un obstáculo insuperable: en posteriores ediciones del libro, Asad eliminó completamente su enumeración de los fallos de Ibn Saud, reemplazándolos con unas pocas páginas de apreciaciones banales sobre el desierto. Faisal renovó el mecenazgo saudí de Asad. En 1963, Faisal consiguió el apoyo de la Liga Musulmana Mundial en Meca para la traducción planeada por Asad, que éste empezó a realizar en Suiza. Asad publicó una edición limitada de los nueve primeros suras en 1964. Sobre esa época se mudó a Tánger, asentándose en una cómoda villa rodeada de cipreses y buganvillas, donde trabajó hasta completar la traducción. En 1980, publicó la traducción completa y su comentario en Gibraltar, bajo el título El Mensaje del Corán. La traducción de Asad se abría con esta dedicatoria: “Para gente que reflexiona”. El espíritu de la traducción es claramente modernista, y Asad expresó su profunda deuda con el comentarista reformador Muhammad Abduh (1849-1905). Como otro converso escribiría más tarde: “En su compromiso intelectual con el texto y en la íntima, sutil y profunda comprensión del puro árabe clásico del Corán, la interpretación de Asad es de un poder y una inteligencia sin rival en inglés. Hay muchos musulmanes anglo-parlantes que aprecian el atractivo de su traducción y que se apoyan en él a diario.”

Pero la traducción creó una controversia entre algunos ulemas musulmanes que discutían la interpretación modernista y alegórica de algunas ayats. Los críticos lo acusaron de negar la existencia de los ángeles, la permisividad del concubinato, y la ascensión del cuerpo físico de Jesús al cielo. En privado, hubo algunos que insinuaron que la traducción reintroducía isra’iliyyat, “distorsiones judías” semejantes a las que introdujeron los primeros judíos conversos al Islam. En 1974, incluso antes de que la traducción se publicara por completo, fue prohibida en Arabia Saudí. Asad tuvo que terminar su trabajo por sí solo, apoyado financieramente por sus amigos. Afortunadamente, Asad, tenía muchos, entre ellos el Sheij Ahmad Zaki al-Yamani (1930), ministro saudí del petróleo y recursos naturales y “mi hermano en espíritu”, a quien Asad años más tarde le dedicó una colección de sus ensayos.

El rechazo de su traducción era solamente un signo del clima de creciente intolerancia que a la postre desilusionaría a Asad. “Jomeini es peor que el Shah,” comentó a los periodistas después de la revolución iraní. “No tiene nada que ver con el Islam.” Según otro periodista, Asad vio el caos fundamentalista, la intolerancia del extremismo y la cuestión de la “ciencia islámica” y la “educación islámica”. Los musulmanes, opinaba, habían estado “abajo durante tantos siglos que ahora piensan que tienen que reafirmarse diciendo que somos diferentes. Son seres humanos. No son diferentes”. En concreto, fue un adalid de los derechos de las mujeres y se opuso a la campaña fundamentalista en favor del hiyab. “Mucha gente piensa que si pones un velo sobre la cara de una mujer y la cubres ese es el camino al Islam. No lo es. En tiempos del Profeta Muhammad no existía el hiyab excepto para las esposas del Profeta y es un grave error decir que es lo conveniente para todas las musulmanas.”

Su libro El Islam en la Encrucijada, que expresa su temprana condena de Occidente, y que encontró gran eco entre los fundamentalistas, fue considerado por él mismo como un ‘libro flojo’. Igualmente, su una vez poderoso romance con los árabes perdió fuerza e influencia. En 1981, le dijo a un periodista que “es posible que si hubiera entrado en contacto con los árabes por primera vez en la actualidad, no me sentiría atraído por ellos”. Pero Asad seguía estando enamorado del Islam. Sin embargo, este Islam ideal no se encontraba en ninguna sociedad musulmana, pero podría ser practicado en Europa. Se dice que el presidente de Pakistán en 1978, el General Zia ul-Haqq (1924-88) intentó persuadir a Asad para que volviera a Pakistán, pero sin resultado. En 1982, Asad dejó Tánger para trasladarse a Sintra, cerca de Lisboa. Más tarde se mudó a Mijas en la Costa del Sol, en el sur de España.

En entrevistas concedidas hasta 1988 aún se le veía lúcido y con las ideas claras. En estos últimos años comenzó a trabajar en una continuación de El Camino a Meca, titulada Homecoming of the Heart. Se dice que el título podía haber aludido a su retorno a Arabia Saudí a invitación del príncipe Salmán (1936), gobernador de Riyad y uno de los hijos de Ibn Saud. No está claro si tal retorno era un proyecto real, o si el título escondía una vuelta a algo más espiritual. Pero Asad ni completó este trabajo ni volvió a Arabia. Murió el 20 de Febrero de 1992 a la edad de 91 años. Fue enterrado en el pequeño cementerio musulmán de Granada.


Desarraigo

Pocos en el mundo musulmán se dieron cuenta de la muerte de Asad. Había postulado un Islam racional: había buscado reconciliar las enseñanzas islámicas con la democracia; había intentado que el Corán hablara a las mentes modernas. Su proyecto, de hecho, encapsuló los ideales que habían llevado a la reforma del judaísmo, que desde la generación de sus padres había sufrido un proceso de deterioro a nivel de seguimiento. El Islam proveyó la última oportunidad de conseguir ese ideal –la reforma de una religión de ley que fuera válida para vivir en una era moderna y además convertirse en una fuerza liberal de continuar la fe.

A diferencia de muchos otros occidentales conversos al Islam, Asad eligió vivir en sociedades musulmanas, y trabajar para dar dirección al Islam. Pero al pretender esta reforma, Asad parecía ser un cuerpo extraño en el Islam actual: un transplante rechazado una y otra vez por los organismos receptores. Arabia Saudita se negó a mantenerlo como periodista; Pakistán, donde sirvió como oficial y diplomático, también rompió con él; y los auto-declarados guardianes de la ortodoxia musulmana lo denostaron como traductor y comentarista del Corán. Paradójicamente, Asad obtuvo una aclamación genuina en Occidente. Allí encontró mentes abiertas a sus ideas, y oportunidades para publicar y dar conferencias. Y allí encontró un refugio a la realidad del Islam del siglo XX.

El camino de Asad a Meca fue el viaje más corto, hecho en el entusiasmo de la juventud. Su camino desde Meca fue el viaje más largo, sumido en la contradicción entre la promesa del Islam, su practica actual y su propia posición.Siempre se planteó la misma pregunta: ¿Por qué, incluso después de encontrar mi lugar entre gentes que creen en las cosas que yo he llegado a creer, no he sido capaz de echar raíces?

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Link al video El Camino a Meca, de Georg Misch (1 hora, 32 mins):

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